Ahora que vivimos en una ciudad de verdad, con opciones de cultura y ocio, no os sorprenderá saber que este curso he podido añadir un nuevo Reto Lector a mi cómputo personal pero, en lugar de hacerlo en solitario como en 2019 y en 2022, hasta he socializado. Y es que, la biblioteca central (especifico esto porque resulta que cada barrio tiene luego la suya, adaptada a las necesidades de sus vecinos, no como en otras localidades de la altiplanicie castellana, ejem) ofrece cada inicio de curso la posibilidad de apuntarse a un club de lectura, dentro de una interesante docena de opciones.
Bien por horarios, bien por alta demanda, el único hueco que me quedaba era el Club de Lectura de Literatura Africana, campo en el que no me importa reconocer mi escaso conocimiento, dado que mis preferencias lectoras por van otros derroteros y coordenadas geográficas. Pero decía que se trataba de un reto, ¿no? ¡Pues a ello!
Nos reunimos un martes al mes en la Sala de Investigadores. Como veis, yo soy la más joven de un grupo casi exclusivamente femenino. Lo divertido es que, a pesar de leer el mismo libro, nuestras distintas perspectivas y vivencias hacen que el debate sea super divertido y enriquecedor. ¡Me lo he pasado muy bien!