El lunes pudimos dormir la mañana y disfrutar con calma de otro opíparo desayuno antes de hacer el esfuerzo de... ¡tumbarnos en una toalla al sol! Pues sí, nos fuimos a la famosa Punta Papagayo a disfrutar de las playas de arena blanca..
... y de las playas de arena negra de Los Hervideros (bufones):
La decepción del día fue descubrir que el Charco de los Clicos NO es verde (y nosotros sabemos bien lo que significa ver agua verde en un entorno volcánico).
Hoy teníamos reservada una visita con cata (y ya llevamos unas cuantas denominaciones de origen...) en la bodega más antigua de la isla (1775). Tras hacernos un selfie junto a un chaboco, esas protecciones naturales para que los vientos alisios no maltraten a las viñas (¡europeas! ¡aquí se libraron de la filoxera!), visitamos la bodega antigua y la interesante biblioteca. En cuanto a la cata, incluía un vino salado de cosecha invernal. ¿Qué nos pareció? Bueno, digamos que agradecemos a los kekos norteamericanos su generosidad al llevarse toda la producción de este brebaje para allá...
El último día, antes de regresar al aeropuerto, aún nos dio tiempo a visitar las Salinas de Janubio...
... y Arrecife. Desde luego, Lanzarote es una isla de disfrute exterior porque ni ésta, su capital, ni la famosa Teguise nos llamaron la atención:
¡Ah! Antes de despedirnos por hoy, aclarar que aquí el carnaval no tiene mucho tirón y se celebra en un pequeño recinto a puerta cerrada con los kekos sentados muy formales. ¡Pero ya nos encargamos nosotros de pasarlo bien! ;)
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