Mientras esperamos que el tiempo mejore para poder volver a disfrutar de nuestra casina, hace unos días decidimos alojarnos de nuevo, tras el dichoso cierre pandémico, en nuestro spa favorito en Olmedo, con Clicka haciendo una gamberrada de las suyas:
- ¡Mira, Click! ¡Soy una boya con baliza y todo! ¡¡¡ POP!!!
* ¿qué?
- ¡¡¡ POP!!!
Aunque a remojo se está muy a gusto, también aprovechamos a hacer otra de las actividades habituales de la comarca: visitar una bodega. No era nuestra primera experiencia enológica en la denominación de Rueda pero, sorprendentemente, los anfitriones escogidos esta vez consiguieron hacer una visita diferente y muy interesante y con un plus mitológico que, claro está, empezó con una animada degustación:
Además de visitar su "jardín de cepas" para aprender que se usa base de vid americano (más resistente a la temida plaga de filoxera) en la que luego se injertan cepas europeas de mejor calidad, o que "verdejo" y "rueda" son vinos diferentes al depender del porcentaje de uva verdejo que lleven, nos sumergimos en su viejo laberinto subterráneo en busca del minotauro:
Ni que decir tiene que la cena remató la jornada con un menú especial, diseñado en torno al vino local. De entrantes: marmita de pescadores, arroz negro de calamar y brocheta de viera y pulpo. Como plato principal, una tiernísima carrillera de ibérico...
De postre, doble chocolate. Estaba rico, sí, pero para Clicka era una porción pequeña ;)
El domingo, de nuevo, sesión termal para rematar la "paliza" mineromedicinal de nuestras espaldas y dejar que todo fluya una semana más hasta la hora de subirnos al primer avión de 2023. Una pista: podríamos llamar a febrero el "mes del bañador". Ahí lo dejo, jeje.
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