sábado, 20 de mayo de 2017

Fiordland

Pues, como ya os ha comentado Click, esta semana ando un poco afónica y acatarrada, pero tengo energía suficiente para contaros la siguiente honey-aventura.

Dejamos Queenstown y tras dos horas de aburrida carretera llegamos a Te Anau, la localidad que da acceso a la Tierra de los Grandes Fiordos. La primera impresión no podía ser mejor: nuestro B&B resultó ser un antiguo convento que habían trasladado, pieza a pieza, desde el otro extremo de la isla. La "capilla" pasó a ser un estupendo salón de desayunos (quién iba a decirnos que nuestro anfitrión, a pesar de sus camisas hawaianas y sus botas camperas, era un genio de la repostería... ¡qué magdalenas!).

Después de aprender unas cuantas cosas sobre la Expedición Malaspina, hicimos la Kepler Track, un magnífico sendero a través del bosque en el que pudimos ver absolutamente todos los tonos posibles de verde... y ¡gigantescas setas venenosas!


Pero el plato fuerte del lugar sería al día siguiente cuando, tras un buen madrugón (otro más, buf), recorrimos el Milford Sound. Según la leyenda, fue el semidios Rakiwhanoa quien esculpió esta obra de arte de la naturaleza. 

Nuestro barco cruzó todo el fiordo, acercándose a las cascadas (Click se llevó un buen remojón), a las focas y saliendo a aguas abiertas...



Para recuperarnos de un día tan largo, volvimos a cenar, abundante y muy rico, en "The Ranch". Una buena opción para disfrutar del famoso cordero neozelandés, jeje.

¿Cuál será nuestra siguiente parada?

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