domingo, 12 de marzo de 2017

Abel Tasman National Park

¡Atención lectores! Lo que hoy debería haber sido un domingo cualquiera, lo convertimos en "Tú y Yo" y nos acercamos a Madrid para estrenar un nuevo espacio gastronómico que nos permitió recordar las geniales vacaciones de verano... pero, claro, antes de hablaros de ellas tenemos que terminar la narración de nuestro "fantabuloso" viaje al otro lado del mundo.

Además este relato corresponde a un día especial porque ¡era mi cumpleaños! Y ya sabéis que mis celebraciones suelen ser un poco peculiares así que, para esta ocasión, decidimos disfrutar muy de cerca de un idílico paisaje: el de las aguas turquesas del parque Abel Tasman, que debe su nombre a un valiente explorador y cartógrafo del siglo XVII. Así, cual intrépidos aventureros, nos subimos a un kayak para deslizarnos por las aguas del Océano Pacífico... Pero con el chalequito salvavidas bien atado, ¡por si acaso!


Tras unos cuarenta minutos de remo, llegamos a la legendaria Split Apple Rock. Legendaria porque un dios maorí, cansado de las peleas de sus hijos, la partió en dos para satisfacer a ambos. 

Continuamos navegación hasta la Playa de Anchorage, que sólo es accesible por mar. 


Ya se sabe que Nueva Zelanda tiene una fauna peculiar. Y para muestra un botón...¡gigante!. Fijaos en el tamaño de esta concha:


Allí Click pudo recolectar por sí mismo unos cuantos de los famosos "mejillones verdes" neozelandeses, para prepararse luego el típico y suculento guiso:


Una pequeña ruta senderista nos llevó hasta la Wattering Cave donde, envalentonados, decidimos arriesgarnos a probar el kayak sin la supervisión de la monitora. Creíamos que estábamos en una zona tranquila... ¡hasta que una ola gigantesca nos volcó! ¡Qué susto! ¡Qué de agua! Ay ay ay...


Con el cupo de emociones más que cubierto, nos subimos al catamarán que, previa visita a una islita de focas,  nos llevaría de vuelta a tierra firme. Sin duda, hoy nos ganamos un buen descanso en nuestro chalecito...



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