miércoles, 25 de enero de 2017

Tongariro

Cuenta la leyenda Maorí que las montañas son semidioses y guerreros de gran fuerza y valor. Tongariro es uno de los más destacados del grupo asentado alrededor del Lago Taupo. En ese grupo también estaba Pihanga, una valiente y bella semidiosa. Todos los guerreros de Taupo se enamoraron de Pihanga y, para decidir cual de ellos era merecedor de su amor, una noche empezaron una fiera lucha de lava, rocas, fuego y humo. Nueva Zelanda tembló durante días debido a la intensidad y fiereza de la lucha. 

El vencedor fue Tongariro, obteniendo el derecho de estar al lado de Pihanga para toda la eternidad. Los demás se retiraron para dejar a la pareja vivir su amor con tranquilidad.

O al menos, con la tranquilidad que los valientes kekos que, como nosotros, se aventuran a realizar la exigente Tongariro Alpine Crossing. Son casi 20 kilómetros de escarpadas subidas en un increíble paisaje volcánico que también es conocido como... Mordor (al menos durante un único día de grabación. Es la magia del cine, dicen).


Aquí estamos, bien equipados y animados, al comienzo de la ruta, donde la vegetación aún puede colonizar la zona. Un intrépido elfo nos acompañó durante este primer tramo:


Poco a poco el paisaje cambia: la vegetación desaparece, la tierra se vuelve roja... De repente Click se para y exclama: "¡Clicka! ¡Estamos DENTRO de un cráter!" ¡WOW! Obviamente se trata de un volcán extinto cuyo cráter, de un par de kms de diámetro, quedó colapsado. Ese impresionante paisaje "marciano" fue el elegido para sacar orgullosos nuestra banderita.


Salir de ese cráter no fue fácil: la subida fue muy escarpada y resbaladiza pero mereció la pena: Desde la cima podíamos divisar otros tres volcanes, incluyendo el magnífico Red Crater. ¡Aúpa!


Un poco más abajo estaban los Lagos Esmeralda que, como ya sabemos, deben su hipnótico color a la concentración de azufre y arsénico. Las fotos no le hacen justicia pero os aseguramos que es un sitio estupendo para comer el bocata, jeje.


En el largo tramo de descenso nos pilló la niebla, así que la ruta se hizo más "tolkieniana" y misteriorsa. A medida que bajábamos, bien abrigaditos y en "modo automático", la vegetación volvía a aparecer progresivamente hasta que ¡sorpresa! los dos últimos kms atravesaban la frondosa selva kiwi. 

Cansados pero muy satisfechos, finalizamos la ruta en tan sólo 6 horas y 7 minutos. Una hazaña para nuestras piernecitas, jeje.

Sin duda ninguna, la mejor experiencia de la HooneyMoon (y eso es ya mucho decir). 100% recomendable. ¿A qué esperáis para ir?


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